KAÑOYETAN

125 Aniversario

Área privada de socios

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¿Caños o Cañones?

Esta es la gran duda respecto a los orígenes del nombre de esta sociedad popular donostiarra, de la cual, en cambio, no hay la menor duda de que fue la primera con vocación esencialmente gastronómica. 

Su sede, a prueba de agua si su denominación procede de la fuente contigua a su puerta, o a prueba de bomba si proviene del parque de artillería que ocupó el actual Museo San Telmo, antiguamente convento de frailes dominicos, sigue siendo la misma en la vetusta casona del Conde de Peñaflorida, restaurada y remodelada por la Kutxa para su Instituto del Dr. Camino (Biblioteca y Centro Cultural).

Tras 115 años de presencia como inquilinos y años de continuas negociaciones con la propiedad, la Kutxa, por fin consiguió ser propietaria del local que ocupa desde su fundación, allá por 1900.

Este es el lema que nos da la bienvenida al pasar a la sociedad Kañoyetan desde la calle 31 de agosto:

ERRIC BERE LEGUE, ICHEAC BERE AZTURA

(Cada país (pueblo) su ley, cada casa su costumbre)

Según parece, a lo largo de los siglos XVI y XVII, por influjo del Renacimiento, se extendió por diferentes países de Europa(entre ellos España y Francia) la idea de recoger las producciones de la literatura popular (cantares, poesías, leyendas… así como refranes, proverbios y sentencias). Los refranes y sentencias (atsotitzak, errefrauak en euskera) se consideraron perlas condensadas de la sabiduría popular. En el País Vasco también cuajó dicho interés y fueron varios los autores de ambos lados del Bidsoa, Hegoalde e Iparralde, los que se dedicaron a tan ardua tarea. Cabe indicar, de paso, que quienes se dedicaban a dichas recopilaciones eran clérigos y miembros de la nobleza y aristocracia, que disponían de tiempo para dedicarse a actividades de cultura e investigación, pues el común de la gente era iletrado y no desponía de tiempo salvo para trabajar y seguir subsistiendo.

Ya en el año 1625 (siglo XVII) tenemos constancia por escrito del refrán que preside la sociedad Kañoyetan, de la mano de Lope Martínez de Isasti, con la misma grafía que en la sociedad: “ERRIC BERE LEGUE, ICHEAC BERE AZTURA” (que traduce al castellano como “Cada tierra su ley, cada casa su costumbre. En cada Villa su maravilla”). Isasti era natural de Lezo, sacerdote e historiador, y lo recoge en la página 173 de su obra Compendio histórico de la muy noble y muy leal provincia de Guipúzcoa, escrita en 1625, pero que no fue publicada hasta 1850, en la imprenta de Ignacio Ramón Baroja en San Sebastián. La lógica nos induce a pensar que la recogida por escrito de un refrán por parte de un autor, es señal de que dicho refrán era suficientemente común y utilizado entre la gente.

Un autor de la parte norte del país, el suletino Bertrand de Sauguis o Zalgize, también lo documenta.

Poco se sabe de este autor, pero en 1597 trabajaba al servicio del rey de Navarra, y la recopilación de refranes la habría realizado en épocas cercanas a la de Lope de Isasti. Era pariente de Arnaud de Oihenart, y éste último poseía un cuaderno manuscrito, inédito, de los refranes de Zalgize.

Este manuscrito fue analizado por Julio de Urquijo y los refranes publicados en 1908 en la Revista Internacional de Estudios Vascos (RIEV 2, 5; 1908).

Nuestro refrán aparece en la página 723,con el número 189 y difiere de la versión de Isasti en varios aspectos:

“HERRIC BERE LEGUE, ETCHEC BERE AZTURA”.

Ya en el año 1625 (siglo XVII) tenemos constancia por escrito del refrán que preside la sociedad Kañoyetan, de la mano de Lope Martínez de Isasti, con la misma grafía que en la sociedad: “ERRIC BERE LEGUE, ICHEAC BERE AZTURA” (que traduce al castellano como “Cada tierra su ley, cada casa su costumbre. En cada Villa su maravilla”). Isasti era natural de Lezo, sacerdote e historiador, y lo recoge en la página 173 de su obra Compendio histórico de la muy noble y muy leal provincia de Guipúzcoa, escrita en 1625, pero que no fue publicada hasta 1850, en la imprenta de Ignacio Ramón Baroja en San Sebastián. La lógica nos induce a pensar que la recogida por escrito de un refrán por parte de un autor, es señal de que dicho refrán era suficientemente común y utilizado entre la gente.

Algunas curiosidades...

Esta es la gran duda respecto a los orígenes del nombre de esta sociedad popular donostiarra, de la cual, en cambio, no hay la menor duda de que fue la primera con vocación esencialmente gastronómica. 

Su sede, a prueba de agua si su denominación procede de la fuente contigua a su puerta, o a prueba de bomba si proviene del parque de artillería que ocupó el actual Museo San Telmo, antiguamente convento de frailes dominicos, sigue siendo la misma en la vetusta casona del Conde de Peñaflorida, restaurada y remodelada por la Kutxa para su Instituto del Dr. Camino (Biblioteca y Centro Cultural).

Tras 115 años de presencia como inquilinos y años de continuas negociaciones con la propiedad, la Kutxa, por fin consiguió ser propietaria del local que ocupa desde su fundación, allá por 1900.

Puede ser cierto que habiendo sido Euskal Herria un matriarcado durante siglos, los creadores de las sociedades populares donostiarras buscaran entre ellas la forma de eludir el yugo de la ginecocracia dominante. Vano empeño. Huyendo de la etxekoandre (si tal era el caso) cayeron en las redes de la gizartekoandre, o sea, esa admirable mujer (como del hogar, dulce hogar) que cuida de la higiene y el aseo de la sociedad, de la cocina y de sus utensilios… y del bienestar de los propios socios. Hubo, hay y habrá empleadas de las sociedades populares transfiguradas en verdaderas instituciones sociales y algunas, incluso en auténticas “institutrices” de los chavales puestos bajo su amparo.

Adán Etxekalte escribió en los años 30 que “en San Sebastián, cuando se habla de la Concha, es preciso especificar si se trata de la playa o de la (mujer) de Gaztelupe“. Bueno, pues de las cocineras de Kainoieta (ya que en la empleada de una sociedad gastronómica predomina su faceta culinaria) dos de ellas han pasado a la historia: La Joshepa, Josefa Urquía, a quien el 24 de marzo de 1931 los socios le rindieron un caluroso homenaje, celebrado a lo grande en los salones del Hotel Príncipe, de Agustín Guruceta, con telegramas de adhesión (uno de Machaquito), informaciones en la prensa local y toda la pesca.

En la revista publicada por la sociedad en el año 1992, en que salió la nueva tamborrada Kainoieta, se decía: “Durante más de treinta años, Elena Goyeneche ha sido dueña y señora de los fogones y pucheros de la sociedad. Para esta navarra de Bera de Bidasoa el arte de la cocina no parece tener secretos. Tuvo que sustituir a otra gran cocinera, Joshepa, que también marcó una época en Kainoieta. Hace poco más de diez años que se jubiló, pero su bacalao al pil-pil o la merluza rellena, algunos de sus platos más reconocidos, todavía siguen en el recuerdo y el paladar de quienes tuvieron la fortuna de saborearlos”.

ES